Siete meses absorbidos por la esencia palpitante de Barcelona, donde cada rincón susurraba historias de arte y pasión, fueron suficientes para que el alma se empapara de su vibrante cultura. Cuna de artistas y sueños, la ciudad late al ritmo de su juventud eterna, donde la locura de la noche se funde con la calidez de una comunidad que cobra vida al amanecer.